lunes, 29 de julio de 2013

PODER Y LENGUAJE





Por: Luis Alfonso Ramírez Peña
Instituto Caro y Cuervo


El origen del poder en el lenguaje. El poder no nace en las entrañas de las formas, de los códigos o de los significantes, nace de las relaciones comunicativas que los usuarios del lenguaje establecen con sus interlocutores virtuales a través de la creación de  los discursos por diferentes necesidades. Son poderes nacidos en la construcción del discurso, ya sea en la condición de autor de su escritura o de su recepción. Poderes con respecto a los interlocutores, ejercidos en la jerarquía enunciativa de la significación. Poderes del saber para avanzar y controlar los conocimientos; poderes sobre sí mismo para cuidarse y poder manifestar su más intima visión y expresarse con lo mejor de sus lenguajes.

No es lo mismo el ejercicio del poder en la producción del discurso cuando se requiere influenciar o controlar al otro, que el poder necesario en el manejo del lenguaje para que responda a las necesidades del desarrollo del conocimiento en el discurso de la ciencia o la tecnología, que es más bien un poder sobre el mundo conocido; y tampoco es  lo mismo, el poder sobre las palabras para expresar las más íntima visión creativas de los mundos circundantes.

Es la diferencia del discurso de un hablante sin voz propia, repetidor incondicional de las voces de los otros. Diferente es el discurso de la ciencia, que aunque reitera otras voces no son incluidas sin reconocimiento y con sus propios comentarios nacidos de la voz propia. Discursos diferentes a los discursos de la literatura, cada uno de  los cuales es una voz auténtica, sin mediaciones y, aunque aparecen otras voces, están sometidas a las necesidades expresivas de lo propio. En todos los poderes discursivos, el control del lenguaje, del interlocutor, de los mundos soñados e imaginados y recreados son el resultado de la existencia y la vivencia de un sujeto actor de sus discursos. Condición de sujeto que se constituye por su capacidad de entrar en comunicación con los otros manteniendo los niveles comunidad pero no manteniendo la responsabilidad y el respeto en la distinción entre lo mismo y lo diferente.

El poder surge en las acciones comunicativas cuando estas son estratégicas para el logro de un fin. La producción de la obra literaria se inicia cuando su autor pretende mostrar su propia visión de los mundos alterando el orden frecuente de los discursos utilizados en la diario transcurrir de la repetición y sin diferencia.             
  
En la literatura el sujeto es actor pleno de sus discursos, de su poder. Estoy pensando en la literatura cuyo lenguaje cae bajo el control y el poder del sujeto por sus propias representaciones; es el uso más original y auténtico de las expresiones; el poder es propio y los únicos límites del poder son los del mismo lenguaje. La literatura no ejerce poderes sobre colectivos, y los escritores más críticos en sus obras no han logrado ninguna revolución, ni ninguna transformación del orden social importante       

El lector de literatura, también se realiza por la liberación de todos los poderes que lo asedian, impone su poder, incluso sobre el poder del texto y del autor. También es actor de sus lecturas con sus propios discursos, sus propios imaginarios y sus propios deseos.  Poderes, saberes y deseos reparten en cada uno de los individuos, la interacción entre individuos en esos discursos que están más en la estrategia que busca efectividad del poder sobre los otros.                         

La lectura es un juego de poderes entre el texto, lo dispuesto  para ser comprendido, y los poderes de acceso concedidos por la experiencia de vida y permitidos por los discursos dominados por el lector. Son poderes de unos pocos que gozan de la indiferencia de las masas para quienes, según Baudrillard (1993) “No hubo jamás manipulación. La partida se jugó por ambas partes, con las mismas armas, y nadie sabría decir quién ha ganado hoy en día: la simulación ejercida por el poder sobre las masas o la simulación inversa tendida por las masas al poder que se asume en ellas”.     

Los medios y el ejercicio de la masificación crean la indefensión del lector, y logra asimilar la repetición y la indiferencia. La escuela, piensa uno, podría haber sido el escenario adecuado para crear actores capaces de reconocer y acceder a la diversidad y a los sentidos necesarios de la inagotable capacidad significativa de los enunciados. La educación, ilusión posible, debería afectarnos y debiera ejercer en uno el poder  para avanzar en su condición de sujeto actuante responsable de los discursos recibidos y producidos.

Poder de advertir las voces ocultas en significantes con  sentidos explícitos por intereses particulares. Y es cierto que desde que se nace se aprende a leer los mundos inmediatos repitiendo la identidad con la familia; con los medios la masificación de los interlocuciones rutinarias. La escuela piensa uno, debiera contribuir a romper la transparencia aparente de los mensajes con la incursión de las voces ingenuas e interesadas del otro, el interlocutor, las voces de los otros, los referentes  del discurso.  

La literatura es el espacio de la intimidad de los sujetos con el lenguaje, acceso placentero con la experiencia vital de la realidad en sueños de palabras disidentes, es conquista de una voz propia con pretensiones originales por miradas que otros no ven. Con la literatura se quiere liberar de la opresión de las palabras aletargadas en sus constantes significados, se abre caminos para la diferencia sin acosar a los otros, quienes permanecen en la mismidad.

Así,  la literatura es resultado de un acto solo, que sólo interfiere en la soledad de los demás cuando estos le dan cabida en sus interpretaciones; resulta así un contrasentido y en aras de una supuesta objetividad inexistente,  quitarle a la literatura a su autor (Barthes y Foucault) y reducirlo a un juego de lenguaje y de saberes que se autodefinen con sus propias formas.

El poder de la literatura nace en la apropiación de la abundancia intertextual del escritor, quien convierte su obra en una selección de las voces capaces de responderle a la dimensión y las perspectivas requeridas por el autor para la presentación de su visión de mundo. La literatura es quizás el único discurso al que se le puede atribuir la originalidad. Originalidad de un sujeto que hace pleno uso de su poder expresivo para conjugar la diversidad de voces de las culturas en su propia voz. Un indicio de esta condición de la  literatura fue Borges. Las  culturas  de oriente, de occidente, norte  y sur, tuvieron su confluencia en una polifonía literaria de su obra que acaba también con los límites de los géneros. Y en uno de sus más elogiados relatos Pierre Menard, autor del quijote, muestra que las obras literarias se deben a sus momentos históricos, a sus culturas y a la condición irrepetible del acto de creación por su obra.

Resulta así, para muchos críticos, extraña la ubicación cultural de este autor porque escribió en todos los lenguajes posibles, incluido el lenguaje y los modos de ser de los gauchos, de los argentinos, en relatos como el fin, El hombre de la esquina rosada, en los temas sobre Evaristo Carriego, en los poemas del tango. Es un pleno poder ejercido no sobre la lengua, sino sobre el lenguaje y los discursos. En nuestro territorio, García Márquez universalizó su cultura en el sentido de hacerla oír por los otros, los considerados del primer mundo. Y en general, los escritores latinoamericanos desde el siglo pasado, a pesar de las grandes influencias recibidas del otro continente, convirtieron su literatura en discursos de reconocimiento y de interlocución con los europeos.     

Para terminar, es conveniente recordar que el poder se ejerce y se sufre con el lenguaje, se produce o se acepta casi en una rara coincidencia con la pasividad en que tradicionalmente utilizamos la lectura, dejando el ejercicio del poder en la escritura a la cual difícilmente se accede. Pero en la literatura no hay tanta coincidencia entre el poder y la escritura porque los escritores generalmente no están con el poder político, aunque sí podrían ejercer algunos poderes personales. Un poder podría ser, cautivar a sus propios lectores, entre las mayorías silenciosas que no les gusta leer. Estas mayorías siguen siendo destinadas a ser intérpretes y ejecutores  pasivos de las acciones que les implican. La educación tiene el imperativo de convertir a todos en poderosos usuarios del lenguaje en todas las variedades de su uso.

Comenzar un buen proceso educativo, es ayudar a adquirir poder para leer y entender la literatura y los demás textos;  crear personas cuidadosas de sí mismas, solidarias con los demás, y constructoras y transformadoras de culturas. Pero será deponiendo las dos tradicionales concepciones definiciones y modos de relacionar lengua y cultura: la lengua como sistema significante unificado con una única cultura; y la lengua como sistema abstracto, modelo teórico de los lingüistas para negarle el gran potencial creativo de los lenguajes a través de la comunicación y el discurso, nuestra salida y recomendación que dejamos a todos.    

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