lunes, 7 de mayo de 2012

Una mirada al siglo XX, según Roca./ Víctor López R.


"Y ojalá así sea, porque los colombianos no tenemos, todavía, un Rubén Darío, un Vallejo. Apenas tenemos grandes poemas y, sobre todo, ver­sos".

Una mirada al siglo XX, según Roca*

VICTOR LOPEZ RACHE

Solo quien conoce a fondo el oficio, puede convertir lo raro en tema de interés general. Y en un país de poetas, la poesía es rara en extremo. Por ello se nece­sita una luz que no se pierda en los intere­ses de los fabricantes de espejismos. Galería de Espejos (una mirada a la poesía del siglo XX) será, por este motivo, un libro de importancia para la formación poé­tica colombiana. Además abrirá el debate sobre la historia nacional vista desde la perspectiva de sus poetas. Basta abrirlo para que la primera página le tienda al lec­tor un hijo que lo llevará hasta la última línea sin pausas ni saltos de capítulos y de autores. No es el trabajo riguroso de un juez; es el de un lector y cultivador de la palabra en sus distintas manifestaciones. 
En relación con la herencia literaria del mundo, la nuestra apenas llega a la infan­cia. Pero para no dejarnos sin un punto de apoyo, Roca menciona las voces que inauguraron nuestra sensibilidad e imagi­nación: parte de las indígenas (un ejem­plar y bello canto de solidaridad), pasa por Sor Josefa del Castillo, y llega a 1896, año en que muere Silva, de quien el establecimiento cultural del momento escribi­ría, "dicen que hacía Versos".
Con estos antecedentes se ocupa de la galería de poetas del siglo XX. De ellos hay análisis, poemas, anécdotas y una definición personal según palabras del propio poeta. Pombo diría, "no sirvo para nada sino para hacer versos". Vidales, "la poesía nueva no entra en cerebros viejos". Luis Aguilera, "eludir el convencionalis­mo del espejismo poético".
Las voces sobresalientes no se ocultan en penthouses inalcanzables ni se alimentan de ideas ajenas a nuestro tiempo. Ellas viven su propia paradoja; quien se autode­nomina monarquista puede poseer un espí­ritu anarquista; y un anarquista puede tener un cerebro oficialista. No puede ser de otra manera. Son seres humanos que sufren presidentes, dictadores, periodos de vio­lencia, miseria y riquezas, y tienen sus pro­pios intereses. Y cómo ignorarlo, un país donde la burocracia ha dado más versistas que el talento poetas, resulta imposible liberarse de la sociedad y sus matices.
Según este libro, ¿qué nos dejo el siglo XX? Se creería que escuelas, movimien­tos, grupos, obvio, muy importantes para la historia de la poesía. Pero a través de la lectura se van imponiendo las voces suge­rentes, reveladoras, con sello propio, como ha sido y será. El lector, ahora, podrá identificarse con las voces de las almas solitarias: Arturo, Charry, Oscar Hernández. Rojas Herazo. De los olvida­dos tenemos el grandioso ejemplo de Carlos Obregón. Son poetas que, de cual­quier manera, se han sobrepuesto a la dia­ria nube de espejismos y, acudiendo ape­nas a su vocación, han dejado la marca del espíritu de una colectividad. Hay melan­cólicos, soñadores, silenciosos e irónicos. Tampoco ignora a los poetas que están revelando su oficio. Podremos encontrar un bello poema de William Ospina; uno doloroso de Mery Yolanda Sánchez; uno esperanzador de Orietta Lozano; uno inquietante de Fernando Afanador. En fin, cierra el ciclo con los poetas nacidos en 1959. La obra de ellos todavía de no ha entrado a la balanza ajena de la vida, la única imparcial.
Leyendo con atención, podemos compro­bar que la poesía es un asunto del cuerpo y del espíritu. Y quienes llegan a ella traicionando otra vocación, deberían recor­dar la sentencia de la sobrina de Don Quijote, "la poesía es enfermedad incura­ble y pegadiza". En nuestro caso, lo con­firmaría Raúl Henao. Él dejó la pintura y tuvo que tratar, seguramente de por vida, con la “canalla literaria".
En diálogo constante con sus fantasmas, Juan Manuel Roca ha escrito un libro que nos enseñará lo mejor de cada poeta. Estimulará a los lectores desprevenidos a adentrarse en la retadora pasión de la poesía, ¡en la auténtica poesía! para liberarmos del estigma de país de poetas. Y ojalá así sea, porque los colombianos no tenemos, todavía, un Rubén Darío, un Vallejo. Apenas tenemos grandes poemas y, sobre todo, ver­sos. José Umaña Bernal nos heredó uno mejor que los de Borges: "El tigre lleva en la piel los barrotes de su jaula". Estamos en la infancia de nuestra tradi­ción literaria, es verdad; pero como la poesía es asunto de perpetua niñez, es hora que aparezca un poeta con una obra. Ojalá lo propicie Galería de espe­jos (una mirada de poesía del siglo XX). Pues es un libro para quienes se inician; mas no para ingenuos.
*Reseña publicada en el suplemento Generación, de El Colombiano, domingo 29 de abril de 2012.

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