viernes, 1 de mayo de 2009

IDEA VILARIÑO, POETA URUGUAYA

 

 

 

La noche

 

La noche no era el sueño

Era su boca

Era su hermoso cuerpo despojado

De sus gestos inútiles

Era su cara pálida mirándome en la sombra

La noche era su boca

Su fuerza y su pasión

Era sus ojos serios

Esas piedras de sombra cayéndose en mis ojos

Y era su amor en mí

Invadiendo tal lenta

Tan misteriosamente.

 

 

 La piel

 

Tu contacto

Tu piel

Suave fuerte tendida

Dando dicha

Apegada

Al amor a lo tibio

Pálida por la frente

Sobre los huesos fina

Triste en las sienes

Fuerte en las piernas

Blanda en las mejillas

Y vibrante

Caliente

Llena de fuegos

Viva

Con una vida ávida de traspasarse

Tierna

Rendidamente íntima

Así era tu piel

Lo que tomé

Que diste.

 

En noches de la tierra

 

Con amor corroído desplazando

Una pierna cansada

Con cansancio

Apurando sin ganas

Las cosas de la vida

Repitiendo que sí

Asistiendo pasando

Repitiendo la noche

Apartando la sombra

Dejando

Viéndolo

De párpado pestaña iris sombrío

De mirada

De piel

Duro

Metálico

De otro

De amor o no

Relampagueante

Mirando ciega e

Interminablemente

Sin luz y sin pasión

Así pensando

Con un brazo dormido recorriendo

Distancia hasta alcanzar párpados tibios

Con temblor con calor

Con miedo

Párpados

Entre un frío mortal de noches de la tierra.

 

Maldito sea el día

 

Maudite sois la nuit

Ch.B

 

Aplastadas las horas la resaca

Del día por lo alto en lamparones

Quedándose en el aire

De las estrellas para acá

Colgando

Y tú y yo y tú pisando lo del día

Es decir olvidando la memoria

Es decir tú y yo y tú

Nosotros mismos

Por una vez

Por fin

Después de todo

Dejado todo aquello por el aire

Desembocando enteros como piedras

En el agua

En el ámbito intacto de una noche

Que no alcanzaba a nadie

Como piedras

Arrastradas rodando por un lecho

Musgoso y bien cavado por los siglos.

 

La primavera entera

 

 

La primavera entera

Con palomas y tallos y huracanes

Con baldes de agua tibia

Con una mariposa corpulenta

Aleteando afelpada

Con un jardín un bosque una floresta

Poblada de humedad y hojas podridas

Y fragancias y vahos y vaharandas

Y raíces feroces y qué no

Toda la primavera se volcaba

Respirando durmiéndose

Aleteando en mi lecho.

 

Carta I

 

 

Como ando por la casa

Diciéndote querido

Con fervorosa voz

Con desesperación

De que pobre palabra

No alcance a acariciarte

A sacrificar algo

A dar por ti la vida

Querido

A convocarte

A hacer algo por esto

Por este amor inválido.

Y eso es todo

Querido.

Digo querido y veo

Tus ojos todavía pegados a mis ojos

Como atados de amor

Mirándonos, mirándonos

Mirándome tus ojos

Tu cara toda

Y era de vida o muerte

Estar así

Mirarnos.

Y cierro las ventanas diciéndote

Querido

Querido y no me importa

Que estés en otra casa

Y que ya no te acuerdes.

Yo me estoy detenida

En tu mirar aquél

En tu mirada aquélla

En nuestro amor mirándonos

Y voy enajenada por la casa

Apagando las luces

Guardando los vestidos

Pensando en ti

Mirándote

Sin dejarte caer

Anhelándote

Amándote

Diciéndote querido.

 

 

Calle inca

 

Faroles incas ruben

Subiendo por la cuesta

Flores de paraíso por el suelo

La escuela

Mil novecientos cuánto

La esquina las estrellas.

El jardín inca ruben

Tibio escalón silencio

Ramas entrelazadas

Una hormiga subiendo.

Tibio frío la luna

Las estrellas sin cuento.

Olor a tierra ruben

Jazmín y madreselva

Los laureles rosados

Los helechos la verja.

Frío ruben los oscuro

Olor de aquellas flores

De aquellos años fiestas.

Una hormiga subiendo

―faroles inca ruben—

Su camisa celeste.

 

 

La limosna

 

Abre la mano y dame

La dulce dulce miga

Como si el dios si el viento

Si el ardiente rocío

Como si nunca

Oye

Abre la mano y dame

La dulce miga

O dame acaso el tiempo

Corazón que sustentas.

La piel no ni el cabello

Mezclado ni el aliento

Ni la saliva ni

Todo lo que resbala ajeno

Por la piel.

No si es posible

Si oyes

Si estás si yo soy alguien

Si no es una ilusión

Una lente alocada

Una burla sombría

Abre la mano y dame

La sucia sucia miga

Como si el dios si el viento

Si la mano que abre

Que distrae el destino

Nos concediera un día.

 

 

Casi todas las veces

 

Conozco tu ternura

Como la misma palma de mi mano.

A veces entre sueños la recuerdo

Como si ya la hubiese perdido alguna vez.

Casi todas las noches

Casi todas las veces que me duermo

En ese mismo instante

Tú con tu suave abrazo me confinas

Me rodeas

Me envuelves en la tibia caverna de tu sueño

Y apoyas mi cabeza sobre tu hombro.

 

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La Pipa de Magritte

 

El pasado 28 de abril murió la poeta uruguaya Idea Vilariño a los 89 años de edad, en un hospital de Montevideo tras haber sido operada de urgencia la víspera por una obstrucción intestinal, informó un portavoz médico citado por medios locales.

 

Vilariño fue una de las más destacadas figuras del mundo de la poesía uruguaya, con sus creaciones líricas reunidas en obras como La suplicante, Poemas de amor, Nocturnos y Poesía. La también ensayista y crítica literaria pertenece al grupo de escritores denominado Generación del 45, del que también formó parte Mario Benedetti, también ingresado en un hospital de Montevideo.

 

Idea Vilariño trabajó como profesora de Literatura de enseñanza secundaria desde 1952 hasta el golpe de estado de 1973, en Uruguay. Sus traducciones y trabajos sobre Shakespeare han sido reconocidos en el mundo académico latinoamericano. Tras la dictadura, en 1985, obtuvo la Cátedra de Literatura Uruguaya en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. En su trabajo como compositora, destacaron dos temas míticos: A una paloma (cuya música compuso Daniel Viglietti), y la Canción y el poema (con melodía de Alfredo Zitarrosa).

 

lunes, 27 de abril de 2009

DIARIO DE LOS SERES ANÓNIMOS/ Omar Ortiz



VIGLENISA Y TEOTISTE RUIZ


Nuestro padre devengaba el sustento
de un criadero de guaguas.
Dulcinea y Maritornes, llamaban sus más queridos animales
por ser nombres paganos, apelativos de cómicos 
ajenos al santoral cristiano.
Más de un sobresalto pasaron vecinos 
y desprevenidos visitantes que confundían 
los sabrosos roedores con ratas gigantes.
Por ello y por un cerrero pelambre que deslucía 
nuestro rostro, no casamos de  mozas ni fuimos mancebas
cuando el pudor estorbaba.
Ahora, en colaciones, arequipes, postres, achiras, 
bizcochuelos, mantecadas y sorbetes, 
prodigamos nuestra malograda ternura.




MARÍA LUISA DE LA ESPADA


Por defender mis privilegios
permito se me incluya en este opúsculo.
Un tal De Quincey publicó hace algunos lustros
la historia de una monja que disfrazada de alférez
arribó al Nuevo Mundo.
Es tiempo de aclarar el infundio.
No existió tal monja y sólo yo enfundada en traje de guerra
me allegué a estas tierras con el capitán Juan de Borja 
a poner sitio a la tribu Pijao
alzada en armas contra Su Majestad.
Con el auxilio de Dios y de Fray Pedro Simón
consumamos el exterminio.
Nos dimos entonces a la búsqueda de tesoros,
encontrando mucho oro y el perdón del Señor, 
que acogió mi alma cuando el veneno 
de Su Ilustrísima paralizó mi corazón.




HÉCTOR FABIO DÍAZ


Llevo encima el traje azul, la corbata naranja,
la camisa que tanto gusta a Margarita, la del 301, 
los zapatos negros recién lustrados,  una pinta de hombre, 
como dijo mi madre después del beso ritual de despedida.
En la Kodak me tomaron la foto para la solicitud de empleo.
Pero de pronto me empujaron a un auto,
Me pusieron dos armas en la cabeza.
Y acabe tirado en una pocilga.
Donde me preguntaban por gente desconocida.
No señor, decía y me pegaban.
Sí señor, respondía, e igual me pegaban. Duro, lo hacían, 
como si no tuviera carne, ni huesos, ni sangre, ni alma.
Ya no tengo traje azul, ni corbata naranja, 
ni puedo abrazar a Margarita.
Ahora soy una desteñida foto que mi madre
lleva a cuestas en plazas y desfiles.




DULIMA MONDRAGÓN


Soy viuda de Walter  fabricante de condones
que nunca usó. Por ello soy parida varias veces,
tantas,  que mejor callo.
Mi sino es un túnel con apariencia de espejo. 
De niña me apasionaban las dalias,
pero mi madre sembraba arroz en los floreros.
De adulta, para equilibrar mis emociones,
decidí escudriñar los secretos de la respiración,
leer a Chopra, practicar el Feng Shui,
y convertirme en vegetariana mientras gano mi sustento
embutiendo carnes en un conocido frigorífico.
Mi vida es idéntica  al lugar que habito,
finge ser un paraíso pero sus naturales
padecen las más atroces pesadillas.




CAROLINA RUEDA


Mi madre dice que soy parienta de las libélulas.
Debe ser cierto, porque de niña coleccionaba
bombillas de colores.
Me quedó en algo la costumbre, ya que soy
la artista principal de un circo de sombras chinas.
La carpa que cobija mi errancia ha sido testigo
de mis múltiples y aplaudidas transformaciones.
Puedo ser emperatriz de Babilonia 
y modesta costurera de barrio, en menos de un parpadeo.
Funámbula o recitadora de versos, 
según el espectáculo sea con luz solar o eléctrica.
También represento papeles dramáticos.
He sido esposa y amante pero siempre salgo del lío,
no más apago el interruptor y termina la función.




TRÁNSITO MARTÍNEZ


Lavo con lejía y flores de naranjo.
Aún así no puedo desvanecer los secretos.
La ropa enseña el alma de sus dueños, 
sólo hay que saber leer en el cuello doblado, 
en el brillo del calzón, para no mencionar intimidades.
No hay arcanos para la lavandera, 
por eso me huyen quienes disimulan fraudes y engaños.
Y eso que en mi boca no se cuecen novelas, 
pues estilo el recato. Una pequeña mancha
puede esconder el azufre de la desventura.
Las piedras del río ya no golpean mis pequeñas historias.




CLEMENCIA TARIFFA


Hacer una flor es estampar una sonrisa alada.
Una orquídea finge el secreto coqueteo de la luz, 
como si una mujer pudiera moldearse en un parpadeo.
La astromelia es el lecho acunado por la lluvia, 
el cultivo del agua es salmón y violeta.
Pero no puede ser híbrida la belleza, es el principio del engaño
que no por fastuoso causa menos dolor.
Tanto hay que descubrir, para qué deformar
la fragancia de la rosa, el encendido amarillo del girasol.
Mi mano es cuidadosa con el ángel, 
no es repetible su encanto ni su olor.
La tierra que abono, el tallo que vigilo, 
la hoja que acaricio, son los mensajes del milagro, 
las formas secretas de mi alma.


¿Cómo se lee un poema? / Hugo Padeletti

Pido perdón por estas tres hojitas que voy a leer. Sé que la expresión improvisada es más vívida, aunque menos exacta, pero en est...