viernes, 3 de julio de 2009

ESCRIBIR AL BORDE DEL CIELO/ Gabriel Arturo Castro



Por Gabriel Arturo Castro M.



Jorge Cadavid
Tratado de cielo para jóvenes poetas
Universidad de Antioquia, Medellìn, 2008
106 pàginas.


Jorge Cadavid ha insistido a lo largo de su fructìfera obra, inteligente y lùcida, en juntar las cenizas de las palabras y la aparente liviandad de la arena y con ello construir un mundo sin apariencias, desnudo, transparente, lugar donde llega la palabra limpia, la palabra justa que aparece de sùbito y se encarna tras su declaraciòn de inocencia. Es su capacidad luminosa de caer en el vacìo y levantarse con dignidad en la poesìa, homenaje al silencio, al devenir esencial de la brevedad, lecciòn, tratado, enseñanza. crìtica a la opulencia y sus fuegos fatuos. “Tratado de cielo para jóvenes poetas”, reciente Premio Nacional de Poesìa Universidad de Antioquia, va en busca de la palabra original, el fundamento de la necesaria purificación del lenguaje poètico. Purificar: una labor de limpieza y de síntesis que busca la perfecciòn, lo vital, la mèdula, tal como lo pretende el poema titulado: “Aguada”:



Dibujo el perfìl de Buda
Agrego agua a la tinta
Lo que no pienso no se deja ver
Lo que veo no se deja pensar
Su mirada es continua
Sólo mi trazo es intermitente.


Precisiòn, justeza del decir, cercanìa al borde o al abismo de completud que sugiere, el presente libro nos hace preguntar por el lìmite de la poesìa, su libertad y transgresiòn, luego de merodear por una escritura reflexiva, convertida en espejo de sì misma. Aquì dicha reflexiòn alcanza un nivel de encarnadura, pues el lenguaje (el lenguaje de las nubes) tiene suficiente densidad y espesor. Ideas y palabras van juntas porque las une el pensamiento. El poeta es tambièn un pensador, la poesìa vuelve a pensarse a sì misma en cuanto a su rigor y su conciencia, màs cuando se escribe en el lìmite de la nada, junto a la expectativa blanca del cielo, el cielo como metàfora del lugar de la escritura, territorio de la experiencia.


En esta “pequeña teorìa de visible”, “palabras simples para armar un cielo”, las nubes simbolizan el paso de la visibilidad a la invisibilidad, pues “èstas se encuentran esparcidas en el interior del poeta”. Las imàgenes, lo sabemos, nacen por la alteración de la visiòn normal, permitiendo divisar otros mundos y son posibles por la experiencia de superaciòn de los lìmites, aboliendo los contrastes y logrando la unidad. Tal unidad es factible porque la imagen es representación del mundo visible, pero tambièn es visualizaciòn de lo invisible, de lo irreal. “Todas las apariencias tienen la naturaleza de las nubes”, nos dice el poeta, anunciando la metamorfosis. “Hay un espacio entre la lluvia que te advierte que lo invisible existe”. Una nube puede ser una ballena o un mirlo, un cìrculo en el cielo pintado, un Espejismo constante y renovado:


¿Cuánto perdura
la imagen de un àrbol
en el agua?
¿Cuánto perdura
la imagen de un ave
antes de ablandar su imagen
en el agua
y convertirse en pez?



Sobre este inquieto mundo el pàjaro, el ave, es el habitante del cielo, de las nubes, el mensajero, la voz, pero gracias a la mirada desborda su inicial naturaleza y entra al reino de la confusiòn y la ambigüedad: “Poner la frase despacio para que la tòrtola no se aleje volando”·. O cuando afirma: “Sospecho que un pàjaro vuelve al libro vacìo para quedarse en èl”.



“Tratado de cielo para jóvenes poetas” es un ejemplo, siguiendo el concepto de Busil Bunting, del decir como una forma de la condensación de la experiencia y una manera de hacer justicia verbal con el mundo, gracias a la cautela, a la visiòn profunda, intuición, revelaciòn de una instancia epifànica, es decir, aprehensiòn de lo momentàneo, lo constante y lo eterno.



Entonces el yo se opaca, se atenùa, a favor del sentido que favorece la comprensión y la interpretación universal. Al respecto leamos el poema: “Todos los poetas son mortales”:



El poeta ya no está
en el poema
Su voz se deshace en un coro
Ya no es necesario que firme
ni que lea, ni cuente sus proezas
Las nubes pasan por el cielo
su prodigio es deshacerse
sin que nos demos cuenta
Los pájaros y el viento enmudecen
y esa dicha no la explica nadie
La vejez es el último verso del poema
Después de él empieza la calma.


Importa màs la insinuación, la sugerencia que la explicación del silogismo o el axioma, porque gracias a la sencillez, el asombro, la hondura, cada poema posee una conciencia interna y vibrante, un diàlogo, un trato, un acuerdo dirigido a despertar a los jóvenes poetas frente a la majestuosidad y extrañeza de la poesìa, su mundo interno. Todo ello es posible porque el poeta muestra el nervio esencial, la aproximación inteligente y sensible a la pasiòn y a la vez captura la pequeña vida de las cosas, las evoca y anima como un milagro verbal. Brevedad y contundencia, meditaciòn, interiorización, excitación momentànea.



La epifanìa aquì es manifestación, sùbita revelaciòn, voz en acciòn, “consagración del instante”, “relàmpago de la certeza”. Experiencia ùnica, irrepetible y fugaz, las semillas, los caminos, las nubes, la luz, el cielo, un mundo hundido en la memoria, un “Mìnimo figurado”:



Creo que unos àrboles
unas nubes protectoras
un mirlo esquivo
es todo lo que necesito
en espíritu
para armar un mundo.

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