sábado, 17 de marzo de 2007

LA MUCHACHA DESNUDA Y EL CABALLO DEL VIENTO



Por Milcíades Arévalo

El día que decidí salmodiar al revés comenzó mi desgracia.

Si bien es cierto ya lo había intentado varias veces con los poetas judíos de Toledo y con los poemas de Blake, todavía no era capaz de confundir a la congregación con salmos de este tenor: Ecia vlume veldé, eninoc qu! que en idioma vulgar no era otra cosa que una letanía de amor. Tal vez por eso y sólo por eso, el prior del monasterio en vez de castigarme me mandó a refrescar el magín en el río.

No habiendo terminado de saborear mi primer triunfo contra las tentaciones del demonio, vi a unas muchachas desnudas bailando en la orilla opuesta al son de un laúd, tanto que no parecían lo que eran sino plantas ornamentales, flores, parte del paisaje - digo, es un decir -.

Presto me zambullí en lo más terrible de la corriente, luchando a brazo partido contra la muerte, desorientado como un pez en extrañas aguas. Las muchachas al verme y en tal estado comenzaron a gritarme desde la orilla: "¡Cuidado con las serpientes! ¡Cuidado con la fauna acuática! ¡Cuidado con todo lo que no ve!", porque a decir verdad yo parecía un deslumbrado contemplando las maravillas regadas a mi paso.

Tan pronto hube llegado a la orilla opuesta sentí como un suspiro de agonías y caí de rodillas ante la más bella. ¡Oh, hermosa muchacha! Ella me miró como si acabara de encontrar su dicha, para que las demás muchachas se murieran de envidia o se tiraran los pelos de pura rabia o se fueran a sus casas a morderse los labios y nos dejaran solos para poder besarnos de la manera más deliciosa. ¡Válgame Dios!

--Alabada sea la paloma y el palomar de la dicha --dijo y desenfundó mi sexito, duro y templadito como un puñal de acero.

Después de muchas cabriolas y equilibrios, ella comenzó a cabalgar sobre mí cuerpo como un diablo, corriendo hacia ninguna parte, desbocada, descocada, vaiviniéndose, haciendo olas con su pelo, ¿qué podía hacer yo bajo su cuerpo de luna refulgente? Ella sólo quería cabalgar sobre mi cuerpo con su pelo al viento, sin espuelas de plata ni zamarros. Ella no quería oírme, sólo huir hacia ninguna parte, sentadita sobre el puñal de tormento que más le gustaba.


Cuando empezaron a sonar las campanas para la víspera, cuando ya no había nada más que hacer, ni caballo ni muchacha desnuda huyendo sobre el lomo del viento, sólo la mañana de un nuevo día temblando entre los árboles, vino el prior a buscarme y al verme en tal estado, desnudo y hambriento, enredado entre las zarzas de mi propia desgracia, con el seso perdido de un miserable Lázaro, me preguntó qué había pasado conmigo.

Todo se lo conté, pero fue como si no me oyera. En volandas me llevó de regreso al monasterio y me puso a comer arañas en un rincón de la biblioteca de la venerable congregación, para que no olvidara jamás mis propósitos iniciáticos y pudiera dedicar mis horas de holganza a otros virtuosismos más doctos que el amor.

Desde entonces, héme aquí, tratando de olvidar todo lo acontecido a la orilla del río, en el sendero del bosque donde aún pastan el caballo del viento y una muchacha desnuda.

Para Eyra, Marcela y Ángela, tan lejanas y tan presentes.

MILCIADES AREVALO O LA SOCIEDAD DE LA IMAGINACIÓN





Por Antonio Acevedo Linares.

El escritor colombiano Milcíades Arévalo nació en Zipaquirá hace ya más de cinco décadas. Su vida como escritor e imaginero ha transcurrido principalmente en Bogotá, ciudad de la que escribe y alimenta su literatura. Ha sido también marinero, empleado bancario, vendedor de libros, publicista, corrector de estilo, periodista, dramaturgo, guionista, fotógrafo y editor, y aunque estudió algún tiempo en la Pedagógica, Español y Literatura y en la Universidad Incca, Filología e Idiomas se considera autodidacta por naturaleza. Escribe cuentos y novelas, crónicas periodísticas, entrevistas y reseña de libros etc, porque le gusta y porque antes que ser escritor vive la vida en todo su esplendor. Fundó en 1973 la revista de la Sociedad de la Imaginación, Puesto de Combate, donde ha dado a conocer a los nuevos escritores y poetas colombianos. Ha publicado cuentos en inglés, portugués, francés e italiano, muchos de los cuales han aparecido publicados en antologías y revistas de Colombia y en el exterior como Casa de las Américas, y a la vez ha sido jurado en concursos de cuento, novela, teatro y poesía. Ha publicado los libros: A la orilla del Trópico (Relatos, l978); Ciudad sin Fábulas (Cuentos, 1981); La sed de los huyentes (Cuentos, 1985), El Oficio de la Adoración (Cuentos, 1988 y 2003); Inventario de Invierno (Novela, 1995) y Cenizas en la Ducha (Novela, 2001). Entre sus libros inéditos se cuentan: El héroe de todas las derrotas (Novela); El caballo del viento y la muchacha desnuda (Cuentos medievales); Galería de la Memoria (Crónicas) La loca poesía (Antología poética en preparación) entrevistas con poetas y escritores, El oficio de la escritura, en preparación y una antología de cuentos de autores que han pasado por la revista a lo largo de 32 años. Esta entrevista se realizó en la pasada Feria Internacional del Libro en Bogotá.
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-¿Cómo se inicio en la literatura? ¿Qué autores lo fascinaron, cuáles fueron sus primeras lecturas?
--Generalmente casi todos los escritores dicen que nacieron con esa gracia divina, o que estudiaron en los Andes, en Harvard y en otras universidades. Cuando me lo preguntan a mí sencillamente digo que no lo soy, porque el que verdadero escritor puede pasarse la vida escribiendo y nunca se dará cuenta de eso. Uno escribe todos los días, aunque no escriba una sola línea. La vida es la página en blanco que hay que llenar. Para mí la literatura ha sido participación de algo que me gusta y que me parece maravilloso hacerlo a través de las páginas de Puesto de Combate, una revista literaria en la que creo más que en mí mismo, así no tenga quien la defienda ni la apoye. 

Los primeros libros que leí, cosa rara en un chico, fueron El Quijote, La Biblia, La Divina Comedia, Pratolini, Moravia, Camus, Kafka y una que otra novelita de amor impetuoso. Sucede que cuando yo era chico y estudiaba donde los curas, frecuentemente me sacaban de clase por no tener saco, ni corbata ni mucho menos devocionario. A mí eso me aburrió tanto que en vez de terminar el bachillerato me fui para la finca de mi papá y me dediqué a sembrar flores. Mientras el huerto florecía, yo aprovechaba para leer los libros que mi hermano tenía en su biblioteca. Indudablemente me fascinaron tanto que toda la vida no he hecho otra cosa bien que comprar libros, que muchas veces termino regalándoselos a esos muchachos y muchachas que sueñan llegar a escribir algún día, con la advertencia que tienen que escribir mejor que mis autores favoritos. 

--¿Cómo ha sido su relación con el periodismo? ¿Qué aporta a la literatura?
--He hecho periodismo en varias publicaciones, y también en la revista que dirijo. Le he aportado a la literatura todo lo que sé y he tenido olfato para descubrir entre la multitud a los verdaderos escritores y les he dado alas a cientos de muchachos y muchachas que tienen mucho que decir y no tienen donde hacerlo. Si no hubiese sido así hoy no conoceríamos los poemas eróticos de Orietta Lozano ni tampoco habríamos conocido a Raúl Gómez Jattin a quien encontré en Cereté comiendo mango viche y tirándole piedrecitas al río. En fin…

--¿Su obra cuentística y novelística ha estado signada por lo autobiográfico o es sólo imaginación?
--Estoy seguro de que todos los escritores, así lo nieguen, toman de su propia vida hechos que les ocurrieron, por la sencilla razón de que quien escribe una obra debe ponerle todo el encanto, toda la magia, toda la vida y la pasión necesaria que vive el hombre cotidiano para hacer creíble la historia, el cuento o la novela que le sucedió a alguien en particular. Por otra parte, para ser escritor hay que tener mucha imaginación y haber vivido la vida en todo su esplendor. Por eso yo siempre estoy diciendo que el que no tenga imaginación ni haya vivido lo suficiente, mejor que se dedique a otra cosa. Yo he vivido en muchas partes, he conocido infinitos rostros, he recorrido muchos caminos, he navegado muchos ríos y mares, pero siempre he estado ligado a la tierra. Solo me sostiene mi imaginación.
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¿Se puede vivir de la literatura en Colombia?
--¿Qué escritor vive de la literatura en Colombia? Para que los libros no terminen agonizando en la bodega de una editorial colombiana, hay que irse lejos, a otro país para poder triunfar como García Márquez, Efraím Medina, etc. Aquí nadie lee ni mucho menos compra libros. Los únicos que viven de la literatura son los académicos y los críticos.

¿Cómo ha sido su relación con la poesía en su escritura y su relación con los poetas en la vida?
--He sido tan influido por la poesía que eso se me nota en todo lo que escribo. Los verdaderos poetas significan mucho para mí, pero no me gustaría parecerme a ellos. Más de uno me ha golpeado por decirle que la poesía estaba en todas partes, menos en sus poemas. 

--¿Cómo evalúa su actividad periodística de dar a conocer a los nuevos escritores en la revista Puesto de Combate?
--Sin duda ha sido muy valiosa, de lo contrario no los conocerían ni en su casa.

¿Para qué se escribe?
--Para saber lo que no sé, para saber de dónde vengo y para dónde voy, para dejar un testimonio del mundo que viví…
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-¿La literatura nos salva de qué?
--La literatura nos salva de la muerte.

-Finalmente, Maestro Milciades, ¿a qué proyectos literarios está dedicado últimamente?
--Más que literarios son de vida: ir a tenderme en la playa olvidado del mundo y de mí, editar las últimas entregas de Puesto de Combate, terminar de escribir una novela, una obra de teatro, un libros de crónicas, un guión, unos ensayos; seleccionar unos cuentos, unos poemas, ¿qué se yo? 

--¿Es usted feliz siendo escritor?
--Como soy lo más atípico de un escritor, eso me permite ser feliz.
La actividad más fervorosa de Milciades Arévalo aparte de la de ser escritor es la de activista cultural que durante más de treinta años ha publicado la revista literaria Puesto de Combate, un quijote de nuestro tiempo que ha creído en la literatura colombiana donde muchos poetas y escritores han dado a conocer sus primeros textos literarios, entre los que recuerda a Raúl Gómez Jattin y Orietta Lozano. Su casa en el barrio La Candelaria ve pasar todos los días un hombre a veces bajo la lluvia con sus libros bajo el brazo que entre sus premios, distinciones y trabajos culturales que ha tenido se destacan: 

Segundo y Tercer Premio, Concurso de Cuento Gobernación del Quindío, años 1980 y 1981.Segundo y Primer Premio, Fundación Testimonio (Pasto), años 1984 y 1985. Premio de Novela “Ciudad de Pereira”, con el Libro “La Casa del Fuego y de la Lluvia”, 1985. Distinción y Reconocimiento “Por la divulgación de la Literatura Colombiana”. Cámara Colombiana del Libro, Bogotá 1989. Segundo Premio de Novela “Ciudad de Pereira”, con el libro “Inventario de Invierno”, 1991. Beca Ministerio de Cultura. Modalidad Periodismo Cultural, 1994. Beca “Banco de Propuestas Artísticas”. Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 1998. Director Editorial Revista Mosaico II del Instituto de Cultura Hispánica de Bogotá, de Febrero de 1982 a Diciembre de 1985.Asesor Cultural de la Casa de la Cultura de Montería, de Junio de 1988 a Junio de 1989. Organizador de los Encuentros Internacionales de Revista de Literatura y Suplementos Culturales. Feria Internacional del Libro de Bogotá, de 1988 a 1991. Director del Taller de Literatura “Libro Vía” de la Alcaldía Mayor de Bogotá durante los años 1991 y 1992. Director de Arte y Creativo de la Agencia de Publicidad Sancho, de Febrero 1992 a Junio de 1996. Asesor Literario de Post Grado. Universidad Sur Colombiana, años 1998 y 1999. Columnista del diario La Prensa de Bogotá, de febrero de 1991 a mayo de 1996.

¿Cómo se lee un poema? / Hugo Padeletti

Pido perdón por estas tres hojitas que voy a leer. Sé que la expresión improvisada es más vívida, aunque menos exacta, pero en est...