sábado, 24 de marzo de 2007

POEMAS DE LEÓN DARÍO GIL (CEGIL)




 

AGUA
Generosa y despiadada,
todopoderosa y atroz.
Si no fuera por Dios que la creó, lo sería.
El mundo bien podría ser su capricho.
Forma divina de la forma
Harta; más que, juntas,
la tierra, las piedras y la arena,
lo que crece, se mueve, lo que habla.
Murmura y canta,
aúlla en la tormenta.
Pasajera de la nube, del río, de la ola.
Alma del rocío.
Es el albergue del principio,
El sustantivo primordial de la vida,
el nítido trasfondo de la sed,
el sorbo postrero.









ALGODONES DE AZÚCAR
Es un árbol incendiado y un hombre lo lleva a cuestas. Tupido de enormes flores fucsias o desmedidas frutas de nubes de mentiras.
Son para vender y no son flores ni nubes de mentiras.
En los parques suelen morir devoradas por los niños. Allá ellos, parecen dráculas inocuos empegotados con sangre de hadas.






AÑOS
Ojalá que los años me enseñen a morir
pero sin quitarme que no pueda amarrarme los zapatos,
que no me olviden de subir la cremallera,
que ascender escalas no sea un suplicio,
que no me traben las manos de artritis,
que todavía me acuerden
donde carajos fue que dejé las llaves,
que no me quiten de la memoria
los años que voy cumpliendo,
de siempre llevar mis gafas,
que pueda, solo, subirme a la buseta,
darle a pié la vuelta a la manzana
o por lo menos a la cuadra,
que distinga los billetes,
que me dejen mandar en mis orinadas,
vestirme por mi cuenta
y por mi cuenta comerme mi comida,
que sea capaz de decir de memoria mi número de cédula
y dónde y cuándo fue que nací,
yo afeitarme
yo cortarme los pelitos de la nariz,
entrar al baño sin la ayuda de nadie, yo,
que me cambien la caligrafía
pero que nunca los años me resten la escritura,
que me dejen leer, les ruego, hasta el fin de mis días,
me dejen oír mi nombre cuando lo nombren,
que no me trastoquen los números ni las letras,
que me opaquen pero que nunca me apaguen la voz,
contestar el teléfono y marcarlo,
llegar hasta donde motila el peluquero,
y pagarle con mi propio dinero.
Que de vez en cuando me dejen
pararme en un puente y sentir que de abajo
me llaman las aguas
...que algún día me dejen acatarlas.






CUCARACHAS
Su frenética inquietud,
su esclarecida vocación por la noche,
el modo místico de averiguar el mundo;
de averiguarlo y vivirlo,
como aterradoras maquinitas de cuerda.
Incontable legión de ángeles desahuciados.
Inexorables habitantes de la casa.
Su respeto preclaro por el hombre; le huye,
su indeclinable fe por su misión y su suerte,
su reino innombrable de oquedades y de hendijas.
Dios las hizo para procurarnos la noción de la persistencia.
Jamás ni nunca las cansará la eternidad;
son eternas... aunque mueran aplastadas.





LA PUNTILLA
Vos misma, para corroborar la humildad, encubres tu existencia.
Nadie te enseñó ni nadie, en las cartillas de leer, trazó tu ser ni escribió tu nombre.
No mereciste que una tiza te dibujara en el tablero, y vos lo sostenías.
Advertí, siendo niño, que no era un milagro lo que mantenía en la pared a un mar, un peñasco y un castillo. Vos estabas detrás y yo ignoraba tu nombre.
He visto pender de tu oficio todo el universo, la espiga de un trigal, patrias abatidas, tropas de elefantes, vírgenes y santos de todas las calañas, mis llaves, bolívares descascarados, sin mi mí camisa, una cometa y el cielo, cristos, héroes de verdad o de artificio, pliegos de meses, ríos ilusorios, repisas, puentes como cuchilladas en el horizonte, virgilios aterrados, trapos y volcanes, tigres, camándulas, botellas y mujeres, espejos desmemoriados, catedrales y tugurios, los abuelos, arcos del triunfo o de violines, ballenas, sartenes, monalisas y barcos, una primera comunión desleída, relojes con horas varadas, trastornadas o cuerdas.
Tu invención no fue una casualidad, fue un encargo de Dios.







LA TARDE
Quiero salir a celebrar la tarde,
a gritarle al sol
que no inquiete los colores;
a las montañas que acojan su sino
y no el de vagos horizontes;
al viento
que deje en paz las nubes
que no les cambie su ministerio
de dragones
por el de trenes ilusorios
por el de carcazas de cocodrilos rotos
por el de barcos desgreñados
con alargadas chimeneas
como duendes, ángeles partidos,
leones indescifrables
o caracoles enormes;
que desapacigue los arreboles,
les pacifique su ardor;
al cielo
que si es aguamarina que lo sea
que deje de insinuar,
como un engaño,
los grises, los multitudinarios ocres,
los violetas;
que disuelva el encanto
y deje entrar la noche
con su cochero, la luna,
para que, de una vez,
la alucinación
le ceda el turno a los sueños.


LEÓN DARÍO GIL RAMIREZ
Nací en Caramanta, Antioquia, en 1953. Desde 1962 resido en Manizales donde realicé los estudios de primaria, bachillerato y un año de Derecho en la U. De Caldas. Estudié Sociología en Bogotá en la Universidad Cooperativa Nacional. Investigador Cultural, desde la perspectiva de lo “Popular”. Miembro fundador de la Fundación Pedagógica de Caldas “Fupec” en cuyo territorio desarrollamos la investigación: Primera Expedición Pedagógica de Caldas. Redactor y colaborador de varias publicaciones: Revista Foro, Revista Educación y Cultura, Revista Integración, Revista Palabras, Periódico Textos (Festival Internacional de Teatro de Manizales), Papel Salmón (Dominical del periódico La Patria), Revista Ipsipila de la Universidad de Caldas, Revista Gente de Video, Quehacer Cultural, Revista Juegos Florales. Becario del Ministerio de Cultura (1998). Realizador y asesor de varios videos. Realizador de talleres en gran parte de los municipios de Caldas. Conferencista Facultad de Bellas Artes, Universidad de Caldas, Manizales, 2005. Conferencista Caldas 100 años, “Historias no contadas”, Banco de la República, Manizales. Conferencista “Feria del Libro” 2005. Manizales. Conferencista Biblioteca Pública Municipal (noviembre 2005), Alcaldía Municipal de Manizales. Lectura de poemas: Facultad de Bellas Artes (julio 2006), Biblioteca Pública Municipal de Manizales (septiembre 2006), “Feria del Libro” 2006.

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